Hace tiempo asistí a una charla organizada en San Sebastián, moderada por Félix Arranz, en la que participaron varios estudios de la generación "próxima" del País Vasco y Navarra. Desde hace unos días está disponible en la web de Scalae el podcast que recoge gran parte de lo que allí se comentó.
Ahora que he vuelto a oir la charla, corroboro que tengo las mismas sensaciones que tuve aquella tarde. Al margen de algunas reflexiones muy lúcidas de Félix Arranz, percibí que hay cierta manera de pensar y trabajar similar entre los jóvenes arquitectos vascos presentes. Estos se muestran abiertos a que el cliente se incorpore al proceso de ideación y construcción del proyecto como agente directo. Y para que haya una buena comunicación entre ambos es necesario que el arquitecto sepa adaptarse a su interlocutor y liberarse de cualquier prejuicio. En este sentido creen que es positivo fomentar en las escuelas que se amplie el campo de estudio actual hacia otros ámbitos que no sean los tradicionalmente considerados arquitectónicos (como el teatro, la música, la fotografía, etc), ya que el arquitecto es un profesional que trabaja en contextos complejos, difícilmente abarcables desde un solo prisma. Todo ello sin restar importancia a la calidad constructiva, como remarcó Josean Medina (arquitecto de la escuela de Navarra), quien concibe la técnica como parte fundamental y casi principal del ejercicio arquitectónico.
Hubo otros aspectos relacionados con la formación académica sobre los que se hablaron, con especial atención a la cuestión de si la escuela de San Sebastián prepara a sus alumnos para trabajar en esta ciudad. Ciertamente es un tema interesante el reflexionar sobre qué tipos de ejercicios de proyectos se realizan en las escuelas de Arquitectura. Posiblemente en la mayoría de ellas estos proyectos son de cierta embergadura y no están necesariamente enmarcados en el entorno más inmediato. Sin embargo, tal y como apuntó Ibón Salaberría (Toki), la realidad es que la mayoría de los arquitectos realizarán proyectos pequeños, situados a pocos kilómetros de su estudio, y donde el trato con el cliente es muy directo. En mi opinión lo interesante es que el alumno sea capaz de afrontar cualquier tipo de proyecto, esté en un contexto conocido o no, sea de escala pequeña o grande. Pero hay que tener en cuenta que el profesor es quien decide estas cuestiones. Esto puede provocar, sobre todo en escuelas con más de un grupo por curso, que haya alumnos que terminen la carerra habiendo trabajado solamente en uno o dos tipos de proyectos distintos. Evidentemente no es imprescindible realizar ejercicios de diferente índole continuamente pero sí abrir el abanico de posibilidades. Porque no solamente hay que saber enfrentarse a una vivienda o a una bilioteca (ejercicios clásicos de esta asignatura), sino también saber pensar en arquitectura efímera, en instalaciones temporales, en protectos urbanos, en estrategias de participación ciudadana, etc. Pero teniendo en cuenta la tendencia a la especialización, posiblemente la idea de formar a un profesional que es capaz de abarcar cualquier tipo de proyecto ya no sea viable en el futuro. A su vez, no es casualidad que cada vez son más los arquitectos que reconocen trabajar con sociólogos, historiadores, diseñadores, artistas, etc, ya sea en proyectos puntuales o formando equipos interdisciplinares, porque así lo deseen o porque el concurso/promotor lo exige.
Se dejaron sobre la mesa otros temas interesantes como qué papel tendrán en el futuro los Colegios de Arquitectos, o, qué hay (o no) de interesante en realizar concursos de arquitectura más allá del beneficio económico. Y durante toda la charla quedó constancia de que a penas existe relación entre los jóvenes arquitectos, hecho que fue remarcado por Carlos Abadías (Isuuru). Es más, la mayoría de los oyentes éramos estudiantes. Así como que en la actualidad no hay debate público sobre todos estos temas, ya sea en medios locales especializados o no. Respecto a esto último, y en mi situación de futura arquitecta, animo a participar en mi humilde blog a quien quiera opinar sobre estos asuntos.
Ahora que he vuelto a oir la charla, corroboro que tengo las mismas sensaciones que tuve aquella tarde. Al margen de algunas reflexiones muy lúcidas de Félix Arranz, percibí que hay cierta manera de pensar y trabajar similar entre los jóvenes arquitectos vascos presentes. Estos se muestran abiertos a que el cliente se incorpore al proceso de ideación y construcción del proyecto como agente directo. Y para que haya una buena comunicación entre ambos es necesario que el arquitecto sepa adaptarse a su interlocutor y liberarse de cualquier prejuicio. En este sentido creen que es positivo fomentar en las escuelas que se amplie el campo de estudio actual hacia otros ámbitos que no sean los tradicionalmente considerados arquitectónicos (como el teatro, la música, la fotografía, etc), ya que el arquitecto es un profesional que trabaja en contextos complejos, difícilmente abarcables desde un solo prisma. Todo ello sin restar importancia a la calidad constructiva, como remarcó Josean Medina (arquitecto de la escuela de Navarra), quien concibe la técnica como parte fundamental y casi principal del ejercicio arquitectónico.
Hubo otros aspectos relacionados con la formación académica sobre los que se hablaron, con especial atención a la cuestión de si la escuela de San Sebastián prepara a sus alumnos para trabajar en esta ciudad. Ciertamente es un tema interesante el reflexionar sobre qué tipos de ejercicios de proyectos se realizan en las escuelas de Arquitectura. Posiblemente en la mayoría de ellas estos proyectos son de cierta embergadura y no están necesariamente enmarcados en el entorno más inmediato. Sin embargo, tal y como apuntó Ibón Salaberría (Toki), la realidad es que la mayoría de los arquitectos realizarán proyectos pequeños, situados a pocos kilómetros de su estudio, y donde el trato con el cliente es muy directo. En mi opinión lo interesante es que el alumno sea capaz de afrontar cualquier tipo de proyecto, esté en un contexto conocido o no, sea de escala pequeña o grande. Pero hay que tener en cuenta que el profesor es quien decide estas cuestiones. Esto puede provocar, sobre todo en escuelas con más de un grupo por curso, que haya alumnos que terminen la carerra habiendo trabajado solamente en uno o dos tipos de proyectos distintos. Evidentemente no es imprescindible realizar ejercicios de diferente índole continuamente pero sí abrir el abanico de posibilidades. Porque no solamente hay que saber enfrentarse a una vivienda o a una bilioteca (ejercicios clásicos de esta asignatura), sino también saber pensar en arquitectura efímera, en instalaciones temporales, en protectos urbanos, en estrategias de participación ciudadana, etc. Pero teniendo en cuenta la tendencia a la especialización, posiblemente la idea de formar a un profesional que es capaz de abarcar cualquier tipo de proyecto ya no sea viable en el futuro. A su vez, no es casualidad que cada vez son más los arquitectos que reconocen trabajar con sociólogos, historiadores, diseñadores, artistas, etc, ya sea en proyectos puntuales o formando equipos interdisciplinares, porque así lo deseen o porque el concurso/promotor lo exige.
Se dejaron sobre la mesa otros temas interesantes como qué papel tendrán en el futuro los Colegios de Arquitectos, o, qué hay (o no) de interesante en realizar concursos de arquitectura más allá del beneficio económico. Y durante toda la charla quedó constancia de que a penas existe relación entre los jóvenes arquitectos, hecho que fue remarcado por Carlos Abadías (Isuuru). Es más, la mayoría de los oyentes éramos estudiantes. Así como que en la actualidad no hay debate público sobre todos estos temas, ya sea en medios locales especializados o no. Respecto a esto último, y en mi situación de futura arquitecta, animo a participar en mi humilde blog a quien quiera opinar sobre estos asuntos.
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